Hoy me ha venido a la cabeza hacer una entrada sobre el día de hoy, miércoles de ceniza. He intentado relacionarla con algo y lo único que se me a ocurrido es que tiene que ver
con el ansia de las personas, su avaricia y su codicia.
Intentamos
llegar a conseguir los bienes, servicios y lujos que se nos antojan. Algunos obtienen
bienes, pero nadie logra acumular tantos como quisiera; ese afán termina
siempre en decepción. Cuando se acerque el momento, supongo que la gran mayoría
de nosotros nos quedaremos a solas y veremos que la vida ha pasado en un
suspiro. Habremos estado tan pendientes de conseguir todo aquello que se supone
debemos obtener para ser admirados en nuestro círculo que, ya tarde, sentiremos
no poder volver atrás para disfrutar de los pequeños momentos en los que nos
necesitaron nuestros seres amados, aquellas tardes en que no estábamos para
echar una mano en los deberes de los niños; ese día que se me pasó el
aniversario de nuestra boda; aquella noche oscura en que mi madre no me dio su último
beso, porque estaba en un viaje de negocios.
Al
morir, dejamos todo eso por lo que luchamos; perdemos nuestra salud ganando
dinero, nos gastamos el dinero queriendo recuperar la salud; y lo que quedó, lo
tuvimos que dejar. Sólo un cuerpo, y nada más; y luego, nada.
Así que, por muy rica
que sea una persona al final de su tiempo, acabamos todos igual.
No quisiera meter a Dios
en esto, pero a Él lo único que le importa de nosotros para poder entrar en el
Reino Celestial es que abramos nuestro “portfolio” y le mostremos la foto con nuestro
hijo haciendo los deberes, el video de aquél día en que le regalé un ramo de
rosas a mi querida mujer y el recuerdo del último beso de mi madre.
Con esto pretendo decir
que todos moriremos y nos desintegraremos, que no somos eternos. Nosotros, que
somos jóvenes, podemos hacer como que volvemos a tener una oportunidad de
enriquecer de verdad nuestra vida.
Voy a empezar ahora mismo.
- Mamá ¿Te he dicho alguna vez que te quiero
muchísimo?
Carlos M-F
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